Hace ya unos meses que me he vuelto a fijar en el ajedrez, rompiendo la larga temporada de varios años sin hacer una partida.
Todo salió en Diciembre-Enero, cuando aún estábamos en La Rimaia I, cuando de repente en un rincón había un tablero de ajedrez de unos 40×40 centímetros, pero sin trebejos. Decidí ir a buscar unos, pero por falta de tiempo no pude hasta finales de Enero, estos trebejos apenas duraron 15 días, ya que a principios de Febrero tuvimos que salir de ahí.
Más tarde, un día que estaba sola en el hacklab de la otra carbonería, tratando de poner un poco de orden, encontré encima de una mesa un libro muy leído y que había estado en boca de muchas personas hace unos años, como no me gusta lo que le gusta a la multitud (sea por puro discordianismo) en aquel entonces ni me había fijado en el libro, ahora que casi nadie hablaba de él, decidí cojerlo y leerlo con tranquilidad en casa.
Lo mejor de esta biblioteca es que todos los libros son libros que han traído los vecinos para que otros puedan leerlos, hay muchos libros que tienen poco interés literario pero de vez en cuando te encuentras “joyas” como el libro que estoy leyendo actualmente, el ocho. Y pongo el joya entre comillas porque anteriormente he leído otros libros que me han acabado decebiendo.
Uno de los motivos por los que dejé de leer literatura es que leer libros de la biblioteca …