El hombre anónimo ha vivido tanto… que ya no consigue creer en los cuentos. Ni en los cuentos que él mismo se cuenta. Ha aprendido que la vida en un sentido absoluto es imposible. Pero que de un modo relativo se deja vivir. Él no aspira a vivir su vida sin ser vivido por ella. Se conforma con mucho menos, aunque no es poco. Hinca el “yo vivo” en el centro de su vida y éste es su verdadero acto de ambición. Porque gracias a este arpón que ha clavado en la vida podrá mantenerse atado a ella y seguirla aunque sea a rastras. El “yo vivo” dice “que me dejen tranquilo”, “que se olviden de mí…”.
S. López Petit: El infinito y la nada. El querer vivir como desafío