El discurso del rey

Hace ya un par de meses comiendo en casa de mis abuelos, mi madre nos recomendó una película, “El discurso del rey”. Y hace un par de semanas por Teresa Baró.

Durante la comida estuvimos hablando de varios temas, y uno de ellos fue la instalación que fui a hacer en Cabrales. Conté la filosofía de la red y la problemática de las telecomunicaciones en algunas zonas alejadas de los núcleos urbanos, además de algunos de los servicios que les monté, haciendo mucho hincapié en el servidor FTP, para compartir cualquier tipo de contenido.

Cualquiera que vea fríamente este proyecto, sin pizca de ética ni conociendo los principios básicos del software libre, ve una forma fácil de tener que dejar de pagar por unos servicios (de conexión a internet y de visualización de contenidos con copyright) sin tener en cuenta una de las cosas más importantes, que es el mero hecho de compartir y el ayudar a los demás.

De pequeños nos enseñan que compartir es bueno, pero a medida que crecemos nos volvemos más individualistas y posesores de nuestras pertenencias. Olvidamos que el compartir, que el dar es también recibir y no siempre tenemos que pensar en cosas materiales.

En la película, Lionel Logue, un terapeuta del habla, un día recibe la visita del duque de York, más adelante Jorge VI, con un problema de tartamudeo que le impide dar discursos y por consecuente dirigirse a su pueblo. Es desde entonces cuando empieza una cada vez más estrecha relación de amistad, en el principio un poco tensa por la postura del Duque de York ante su arrogancia, mal genio y sobretodo desconfianza hacia las técnicas poco ortodoxas de Lionel, que busca una relación de iguales sin distinciones políticas ni sociales.

Es tal acercamiento el que permite a Lionel entrar en el fondo de la cuestión y solventar los problemas del habla de Jorge VI, que básicamente se centraban en un problema de confianza del mismo, propiciados por una infancia difícil y ciertas correcciones anti-naturales, como el hecho de ser zurdo.

Alabo la postura y posición de Lionel, un Australiano sin ningún título de terapeuta ni de doctor, que adquirió todo su conocimiento a base de la experiencia de ayudar, de forma altruista, a los soldados que habían perdido el habla tras la batalla y más adelante a niños de su barrio. Alabo la capacidad de Lionel de emprender tal empresa y permitir a tal persona, sin importar su status, simplemente por el hecho de querer ayudar a recuperar la autoconfianza a una persona que tuvo la capacidad cambiar el curso de la sociedad de su país. Ojalá nuestros políticos se preocupasen tanto por tratar de hacer bien su trabajo, las cosas irían mucho mejor.

Aunque la película toque el tema monárquico, pasa a ser una de las películas más interesantes que he visto en los últimos años y con un fondo de reflexión interesante (en este caso, de la importancia de la autoconfianza y la capacidad de conseguir los objetivos), al igual que el de la interestatal 60, el aceite de la vida o incluso la guía del autoestopista intergaláctico, entre muchas otras.

 

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